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jueves, 21 de noviembre de 2013

¡La Plata no olvide!


La Plata es una de las joyas bonaerenses, orgullo de quien la habita y se ha dedicado a recorrerla, respirarla o intentar conocerla. Multifacética como su gente, se levanta ante los ojos curiosos sin estropear la vista de un cielo siempre presente como el verde predominante de sus arboledas descontroladas. Única como ella misma, la ciudad de las diagonales es una de las pocas capitales que ha dedicado tanta atención a no desplazar los espacios verdes, cuidar la contaminación visual limitando la altura de sus construcciones y cuidar el patrimonio histórico que la identifica.

Enamorando a oriundos y foráneos, la ciudad no discrimina y los recibe y reúne a todos aquellos que deciden crecer en sus extensiones. Sin dejar de ser propia, se ofrece como puerto cultural de ayer, de hoy y de mañana.
“A La Plata la amas o la odias, no tiene punto medio”, es una frase recurrente en aquellos que han tenido la posibilidad de presenciarla, algunos con un debido fundamento, otros por simplemente no ser uno menos. Pero es un hecho que esa frase se encuentra cargada de una terrible veracidad. La capital bonaerense genera sentimientos encontrados, muchas veces inconsciente y su falta de equilibrio entre ese amor u odio por este espacio se vale de una increíble falta de memoria por quienes viven en ella.

En el mes de abril del corriente año, la ciudad y su gente vivió una de las peores tragedias de su historia y sería irresponsable culpar a la naturaleza por la catástrofe vivida. Una inundación ocasionada por interminables horas de lluvia y colapso de los desagües fluviales golpeo violentamente a una urbe desprevenida. Asolada durante semanas, con servicios básicos insatisfechos, el padecimiento no termino con la lluvia. Algunos hoy, luego de 7 meses, continúan recuperándose, ya sea económicamente o sentimentalmente, dadas las pérdidas materiales y humanas.
Podríamos decir que es un tanto insensible, pero la realidad es una y la verdad también. Hoy La Plata olvidó que la naturaleza le envió un recordatorio, un llamado de atención como todos los días en uno u otro punto del mundo realiza, no a tal o cual nación, sino a cada habitante de la Tierra. Siendo el colapso de los desagües una de las principales causas de la inundación, sin mencionar la falta de obras y prevención por parte de un gobierno ausente, hoy ¿Qué diferencia hay a la vista en la calle con el día previo a la tragedia? No se trata de vivir paranoico, sino de vivir consciente de que el suelo que caminamos todos los días no se rige de las mismas reglas morales y éticas que nosotros. Está en cada uno poder evitar cualquier tipo de desastre desde pequeñas acciones y detalles que no implican un desgaste físico o un gasto económico. Hay cuestiones tan simples como no arrojar basura en la vía pública que, a pesar de indignar a algunos, no es entendido por otros. Parece absurdo encontrarnos en el año 2013 y tener que lidiar con esta falta de compromiso que nos involucra a todos.
Necesitamos detenernos un momento y pensar que nuestras calles, veredas, parques y plazas no pueden encontrarse en las condiciones que se encuentran. Los domingos por la mañana puede verse como el espacio urbano se transforma en un basural en potencia, semana tras semana, luego de las salidas nocturnas. Las diferentes manifestaciones y protestas que se dan durante los días hábiles van dejando una estela de desechos que van a parar directamente a las bocas de tormenta. Es sabido que una ciudad es un espacio en constante conflicto con su ecología, pero ver situaciones donde no se tiene consciencia del mal que realizamos, debería indignarnos tanto como las obras que no fueron realizadas para evitar la inundación vivida.
La consciencia ecológica, su importancia y necesidad urgente en nuestra sociedad, será una de las grandes soluciones a muchas problemáticas y conflictos, en muchos casos inclusive, de convivencia. Hoy necesitamos un cambio, necesitamos un giro de actitud que permita enseñarnos a convivir con el medio ambiente y no del ambiente medio. Todos, de alguna forma, tuvimos un grado de responsabilidad en lo vivido el pasado 2 de abril y está en nosotros nuevamente el poder para evitarlo y prevenirlo. Sembremos la consciencia ecológica porque, después de todo, cosechamos lo que cultivamos.





Por Jeremías Jimenez Torres

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